La película El retrato de Dorian Gray de Oliver
Parker es una adaptación decepcionante de la novela de Óscar Wilde. La historia
es la misma: un joven inocente llamado Dorian cae bajo la influencia de Lord
Henry Wotton que le enseña el estilo de vida hedonista y lo pervierte de tal
forma que Dorian llega a convertirse en alguien mucho peor que él. El personaje
sufre una terrible degradación moral pero ésta solo se ve reflejada en un
retrato del joven, símbolo de su alma, mientras que su aspecto continúa siendo
el mismo.
El film pretende llegar a un nuevo
público, desconocedor de la obra, y para ello se aleja de la forma clásica para
convertirse en una película efectista y ruidosa. Hay que decir que, a pesar de
ello, El Retraro de Dorian Gray cuenta con algunos aciertos. Tanto el
decorado como el vestuario son impecables y tiene una buena fotografía. Algunas
escenas de la ciudad de Londres y de los muelles son muy bellas y están muy
bien rodadas. Sin embargo, estos aspectos pasan desapercibidos entre los
errores del film.
Para empezar, la película abusa de los
efectos sonoros para asustar al espectador, lo que resulta más molesto que otra
cosa. La cinta no llega a asustar en ningún momento. Hay algunos sustos pero
los efectos visuales no tienen una gran calidad. Sobre todo al final, en el
momento que debería ser más terrorífico, el clímax, se hace evidente esta
carencia. Además, también hay un uso excesivo del flashback para
mostrar la decadencia de Dorian.
La historia es buena pero se ve
perjudicada por la poca profundidad de los personajes. La degradación moral de
Dorian es demasiado repentina. En la película se muestra como un cambio brusco.
En un momento Dorian es un joven inocente y manipulable y al siguiente un ser
totalmente amoral. El cambio debería ocurrir de forma más pausada. También hay
que decir que el actor, Ben Barnes (el príncipe Caspian de Las Crónicas de
Narnia) no muestra la capacidad interpretativa necesaria para un personaje
tan complejo y con tantos matices como es el joven Gray. No obstante, en la
parte final de la película, cuando Gray que había perdido la pasión por la vida
regresa a casa, su interpretación es mejor.
La película incide poco en las relaciones
de Dorian con los demás personajes. Se podía haber sacado mucho más partido a
la amistad de Dorian con Basil, el autor de su retrato, ya que este sentía algo
más por él y trataba de “salvarlo”. También a su relación con su prometida,
Sybill. Las muertes de ambos, Sybill y Basil, causadas por el protagonista
(Sybill se suicida a causa del desprecio de Dorian y Basil es asesinado por él)
tienen un gran efecto sobre él y son muestras de como, poco a poco, se está
destruyendo así mismo y a todos los que le rodean.
La relación entre Dorian y Basil contrasta
totalmente con la que mantienen Dorian y Lord Henry Wotton. Este último,
interpretado por Colin Firth, es el causante de la corrupción del joven al
enseñarle que lo único que importa en la vida es la belleza y el placer, aunque
para conseguirlos se tenga que hacer uso de los demás. El oscarizado Firth hace
una gran interpretación que destaca, sobre todo, al principio de la película y
en la parte final cuando Lord Herny, preocupado por la relación de Gray con su
hija, descubre el secreto del joven y lo lleva hasta su destrucción. La hija de
Wotton, Emily, es interpretada por Rebecca Hall, y resulta un personaje
totalmente plano. Su papel consiste únicamente en ser el instrumento que haga
que Dorian se redima o quiera redimirse.
En definitiva, la película es entretenida y se deja
ver, pero no es una reflexión sobre el hedonismo, el narcisismo y la moral como
sí lo es la obra original.