Los imperfeccionistas
trascurre en la sede de un periódico internacional de habla inglesa pero
situado en Roma. Por medio de la historia de este periódico y la de sus
trabajadores Tom Rachman retrata el mundo del periodismo escrito, el día a día,
sus procedimientos, dificultades y, ante todo, los desafíos que plantea
internet en pleno siglo XXI.
El
diario, cuyo nombre no aparece en toda la novela, está condenado al fracaso
porque no ha sabido adaptarse a los cambios. Muchos de los personajes que en él
habitan pertenecen a otro tiempo. En pleno 2007 el periódico no cuenta ni
siquiera con una página web debido a que Herman Cohen, corrector jefe, se negó
en rotundo ya que consideraba que “Internet es a las noticias lo que las
bocinas de los coches a la música”. Kathleen Solson, redactora jefa, intentó en
vano conseguir los fondos necesarios para la creación de una edición digital y
otras mejoras, y para seguir contando con corresponsales o colaboradores en el
extranjero, pero sus peticiones fueron rechazadas por el Grupo Ott, dueño del
diario. Aun siendo consciente de la complicada situación en la que se encuentra
el medio, Kathleen encuentra la forma de defenderlo en una rueda de prensa: “No
puedo decir si dentro de cincuenta años publicaremos en el mismo formato o en
el mismo soporte. De hecho, lo que probablemente os puedo decir es que no
publicaremos de la misma forma, que estaremos innovando igual que estamos
innovando ahora. Pero os puedo asegurar una cosa: los noticiarios sobrevivirán
y la información de calidad siempre gozará de reconocimiento”. A pesar de los
esfuerzos de sus trabajadores (aunque no del director, que vive ajeno a las
vicisitudes relativas al negocio de su familia), el periódico, “ese informe
diario de la estupidez y la brillantez de la especie”, termina cerrando.
El
libro está escrito por, para y sobre periodistas. Retrata, con cierta ironía,
cómo es por dentro el mundo de la prensa escrita. Los protagonistas son
arquetipos, podrían retratar a muchos de los trabajadores de las redacciones de
periódicos de todo el mundo. La novela muestra el verdadero procedimiento
periodístico, los filtros por los que tiene que pasar un artículo antes ser
publicado, los distintos puestos de trabajo existentes en una redacción y en
qué consisten, además de los retos de la labor periodística: la obtención de
fuentes, las dificultades para conseguir de un entrevistado las respuestas
precisas, los problemas para desenvolverse en un país extranjero, la necesidad
del conocimiento de idiomas, y, sobre todo, la búsqueda de la credibilidad.
También da muestras del lenguaje y los métodos de los periodistas con
sentencias como “A nadie le está permitido hablar, pero lo hacen de todos
modos: lo llaman filtración”.
Pero
a pesar de ser un retrato crítico de la profesión y de la situación actual de
los medios de comunicación si tuviera que definir el tema de Los imperfeccionistas diría que es el
drama personal de la vida cotidiana. La novela es, ante todo, una historia
humana. Retrata a los trabajadores del periódico no sólo como periodistas sino
como personas. Así se cuentan las historias personales de redactores,
correctores, jefes de sección, corresponsales, redactora jefe, director… que en
su mayoría están marcadas por el desamor o la pérdida. Los protagonistas luchan
por seguir adelante y cumplir con su trabajo mientras, en muchas ocasiones, su
vida personal se desmorona. Son seres imperfectos que intentan desempeñar su
labor sin que les afecten las pequeñas – o no tan pequeñas- tragedias
personales que viven. Traiciones matrimoniales, problemas económicos o la
pérdida de un ser querido son algunos de los problemas que atraviesan los
miembros de la redacción. Al lector le resulta fácil empatizar con los
personajes ya que tienen los mismos miedos y esperanzas que la mayoría de la
gente. El temor a la soledad, a envejecer, al olvido o la falta de autoestima,
son algunos ejemplos de las preocupaciones de los protagonistas, que tienen también
sueños tan comunes como conseguir un ascenso, el regreso a su país de origen,
encontrar el amor, dejar el trabajo o, en el caso de Craig Menzies, conseguir
una patente.
Cada
uno de los personajes es el protagonista de un capítulo en el que se narra una
parte de su vida, cómo es su trabajo en el diario y cómo interactúa con los
demás. Por lo que cada relato da un punto de vista sobre la redacción y así se
adquiere una visión más amplia del periódico que si la historia girara alrededor
de un único personaje. Podríamos definir Los
imperfeccionistas como una historia formada por muchas historias más
pequeñas.
Entre
los relatos de los miembros “actuales” de la redacción, se suceden los
capítulos sobre la historia del periódico. Su misteriosa fundación por parte de
Cyrus Ott, un hombre de negocios millonario – cuyos verdaderos motivos se
revelan al final del libro, aunque pueden intuirse a lo largo de la historia-, la evolución del medio a lo largo de cincuenta
años, y su decadencia final, causada por la aparición de los medios digitales. Esta
trayectoria hace reflexionar al lector sobre el futuro del periodismo.
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